martes, 25 de enero de 2011

PÓLVORA Y VINAGRE

Me vestía mi madre de
Domingo para ir a misa
mi atuendo era:
pantalones bombachos negros y camisa de rayas azules,
sandalias marrones que me hizo mi padre
con su respiración menguada por silicosis
y el cariño de sus manos sabias.
Íbamos limpitos oliendo a colonia.
Se veían venir una bandada de grajos
Con sus abalorios colgados,
Su peineta negra y sus velos negros
Que le cubrían toda la cara.
Pero eso a mi no me importaba
yo muy pillastre en vez de la iglesia
en compañía de un amigo
nos íbamos a esos
anhelantes campos
en el esplendor de la primavera
a descubrir la naturaleza
para no pisar ni una víbora
ni un bastardo.
El campo olía a pastizal medio seco,
A tomillo, romero y labanda,
A juncal de arroyo,
A charca de ranas estancada.
Pero esa no era nuestra misión
nuestra intención era buscar nidos.
Puestos en marcha el asunto
nos dirigimos al objetivo.
Ya pasando diez kilómetros
nos encontramos un nido de mohino
Además de los que cogimos de urraca.
El árbol del nido de mohino, era
una encina centenaria
mi amigo decía, sube tú
yo le contestaba igual.
Al fin al cabo me tocó a mí
puestos manos a la obra
hasta el nido subí
que estaba casi en la copa de la encina
el nido olía a madera seca de copa de árbol
hecha en ramitas finas
toco con las manos el nido,
cuando sale un lagarto a morderme,
el no me mordió
pero ví sus fauces
Y esos ojos miraban como el incubo
fue peor, me caí del árbol
pegando un costalazo en el suelo
y me partí el brazo en dos o tres partes
pero esto no acaba aquí,
de vuelta al pueblo
mi padre me sacudió una paliza
y al día siguiente me llevó al curandero
que me entablilló el brazo
para algún tiempo.
Y después me lo untó
con pólvora y vinagre.

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